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Frente a tantas noticias de seguros, mediadores, bancaseguros, etc.  ahora tan de actualidad por la crisis, -a la contra, por la resistencia del seguro a ella-  sigo sin comprender por qué se mezclan agentes de seguros  con corredores de seguros, tanto en su regulación por parte del ministerio de Economía y Hacienda a través de la DGSFP como en el mercado y la prensa propiamente dichos.

Vamos a ver: ¿podríamos creernos es una buena recomendación comercial y profesionalmente objetiva cuando un empleado de banca nos dice que sus productos bancarios son los mejores del mercado? Nadie en su sano juicio le creería, simplemente porque ese empleado de banca no conoce los otros productos del mercado. Solo conoce los suyos porque por eso le paga su banco para que recomiende sus productos.  ¿Variaría el criterio si dijéramos que ese empleado de banca no cobra un sueldo sino una comisión por la venta de sus productos, para precisamente forzarle el banco, su banco, a que venda cuanto más mejor?

Bueno,  pues en seguros tenemos esa perplejidad irresuelta: los agentes son comisionistas que cobran en la medida que venden los productos de SU compañía; los corredores/corredurías cobran comisiones de una compañía u honorarios de sus clientes por la recomendación a un cliente de un producto que ha analizado objetivamente  entre TODOS LOS DEL MERCADO no el de una sola compañía.

¿Cuál es la diferencia? Los primeros conocen su único producto; los corredores/corredurías deben conocer el máximo número de productos del mercado para poder recomendar el más adecuado.

La consecuencia es obvia: el conocimiento del mercado es solamente posible cuando interviene un CORREDOR; no cuando interviene un AGENTE.

Nosotros los corredores/corredurías  operamos muchas vences en sentido contrario: el cliente nos dice como quiere el producto y nosotros o lo diseñamos o acudimos al mercado, acudimos a las compañías que nos diseñen el producto tal como queremos para nuestro cliente.

No hay alguien en el mercado o en el organismo regulador o en las asociaciones de profesionales que se dé cuenta de esa enorme diferencia entre unos  y otros. Estoy seguro que si se meditara un poco en serio este tema nos llevaría a la conclusión de que ello exigiría una regulación diferente, porque ambas figuras  son diferentes. Ello redundaría sin duda  en una mayor claridad, eficacia y eficiencia en el mercado asegurador.